EL LLAMAMIENTO DE JESUCRISTO A UNA ESPERANZA DE ALEGRÍA (Constitución 1)

El llamamiento de Jesucristo… (Constitución 1)

Estas palabras con las que inicia la Regla de Vida OMI, evocan a un Jesús sonriente, mirando a la gente e invitándolos a compartir la fuente de su serenidad y alegría: ser peregrinos de alegría en comunión con Él y entre ellos.

Esta es la Buena Noticia que Jesús vino a proclamar a los pobres, que el ángel había anunciado: “… les anuncio una gran alegría, que lo será para ustedes y para todo el pueblo” (Lucas 2:10).  Jesús lo volvió a repetir a quienes había llamado: “Les he dicho todo esto para que participen en mi alegría, y su alegría sea completa”.  (Juan 15:11).

La noche previa a su muerte, repitió a sus discípulos: “… de nuevo se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar”. (Juan 16:22).  Después, incluyó a todos los que hemos sido llamados: “Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría”. (Juan 17:13).

El llamado de Jesucristo a compartir la alegría de Dios, fue lo que Eugenio había estado buscando:

“Busqué la felicidad fuera de Dios y por demasiado tiempo, para mi desgracia”.

Todo quedó integrado al sentir el amor de Dios por él en la Cruz.  Escuchando el llamado de Jesucristo, respondió:

 “Qué ocupación mas gloriosa que hacer todo y por todo únicamente por Dios, amarle sobre todas las cosas, y amarle mucho más, por cuanto he tardado en amarle”.

(Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm. 130).

El saberlo es el primer paso para vivir el carisma de la Familia Carismática Oblata.  Tomemos un momento para recordar las muchas ocasiones en que notamos la sonrisa de Jesús hacia nosotros y respondimos a este “llamado de Jesucristo” en nuestra vida cotidiana.

“¡Vengan, cantemos alegres al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva”.  (Salmo 95:1)

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NUESTRA REGLA COMO VERDADEROS HERMANOS Y HERMANAS EN LA FAMILIA OBLATA

En preparación para que el próximo año celebremos el 200 aniversario de la aprobación pontificia de la Regla y reconocimiento oficial de nuestro carisma, únanse a San Eugenio (y a mí) explorando por algún tiempo la Regla y su contenido.

“San Eugenio nos habla” a través de la Regla de Vida, y así, le invitamos a acompañar nuestra peregrinación en comunión, como instrumentos de esperanza.
Nuestras Constituciones y Reglas actuales comienzan con un Proemio.  Hoy en día, sabiendo que el carisma Oblato se vive en muchas vocaciones distintas, podemos adaptar las palabras de su mensaje (aunque no el carisma subyacente), a nuestra forma de vida.

          “Nuestro Señor Jesucristo, en la plenitud de los tiempos, fue enviado por el Padre y colmado del Espíritu «para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19). Llamó a algunos discípulos a tomar parte en su misión, y, desde entonces, en su Iglesia, sigue llamando a otros para que le sigan.
 
            Este fue el llamamiento que oyó San Eugenio de Mazenod. Abrasado de amor a Cristo y a su Iglesia, quedó hondamente impresionado por el abandono en que estaba el pueblo de Dios. Decidió ser «el servidor y el sacerdote de los pobres» y sacrificar por ellos su vida entera.
 
            Ante la magnitud de la empresa, reunió junto a sí a algunos sacerdotes animados del mismo celo ardiente por los más abandonados. Los impulsó a «vivir juntos como hermanos» y a «imitar las virtudes y los ejemplos de nuestro Salvador Jesucristo, ocupándose principalmente en predicar a los pobres la Palabra divina». Los animó luego a comprometerse definitivamente en la obra de las misiones, vinculándose con los votos de religión. Poco después, acogió también a Hermanos, como verdaderos hijos, en su familia. Así comenzó la Congregación de los Misioneros Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María”.  (CCRR Proemio)

Cada uno de nosotros es un verdadero hijo o hija de la familia de Eugenio.  Reflexionemos por un momento en estas palabras y permitámosles hacer la diferencia en nuestra vida diaria…

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LA REGLA: DESCRIPCIÓN DE UNA TAREA Y UN MANUAL

 Al contemplar a su familia religiosa, Eugenio recordó su vocación: al sentir a Cristo Crucificado como su Salvador, comprendió que era llamado a ser Su colaborador: a acompañar a otros en su camino al buscar sentido y felicidad.

En la primera Regla de su Familia Misionera, nos definió así:

“Son llamados a ser colaboradores del Salvador, co-redentores de la humanidad”. (Regla de 1818)

¡Qué “descripción de la tarea!” El día de nuestro bautismo cada uno de nosotros fue “reclamado para Cristo Salvador”.  Como cristianos, parte de nuestro ADN es colaborar con la Persona a quien pertenecemos.  En nuestras vidas cotidianas somos invitados a ver en toda persona y suceso, la invitación a ser colaboradores del Salvador.  No somos llamados a ser héroes, sino a saber que somos colaboradores con una simple sonrisa, un poco de ayuda, una palabra de aliento o una disculpa.

Santa Teresa de Ávila la comprendió y escribió:

«Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo,
No tiene manos, o pies en la tierra, sino los tuyos,
Tuyos son los ojos con los que ve
la compasión en este mundo,
Tuyos son los pies con los que camina para hacer el bien,
Tuyas son las manos, con las que bendice todo el mundo…».

Al explorar el libro de las Constituciones y Reglas, lo descubriremos como nuestro manual para alcanzar este ideal.

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LA REGLA OBLATA SE CONVIERTE EN UNA ENSEÑANZA QUE NOS LLEVA A ABRAZAR LA CRUZ

“¿Cómo olvidar la vista de la Cruz ese Viernes Santo?”

San Eugenio de Mazenod

Al mirar la Cruz, Eugenio comprendió su pobreza y necesidad del Salvador.  Sus años de “búsqueda de la felicidad” finalmente tuvieron sentido y objetivo.  El resto de su larga y azarosa vida giró en torno a ver la cruz y luchar por llevar a todos a esa misma visión.

La Regla Oblata se convierte en una enseñanza que lleva a cada miembro de nuestra Familia Carismática a abrazar la Cruz y la salvación que nos ofrece.  Quien quiera que lo haga, de forma automática abraza al Salvador.  La llevamos con orgullo y nos incentiva a ser transformados en este signo y medio de salvación para los demás. Cada vez que veo mi Cruz Oblata recuerdo la estatua de Jesús que perdió sus brazos en una explosión de guerra y que nunca fueron reemplazados, con una placa que dice “Solo tengo tus brazos”.

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LA REGLA EXPRESA LA EXPERIENCIA DE EUGENIO CON NUESTRO SALVADOR CRUCIFICADO

Eugenio experimentó un cambio en su vida al pie de la Cruz, al darse cuenta de ser pobre y necesitar al Salvador.  Después notó también la pobreza de la gente de Francia y de todo el mundo posteriormente, por no conocer a Jesucristo como Salvador y compañero de viaje en sus vidas.  Así, Dios le llamó a convertirse en sacerdote y más adelante, a invitar a otros a unírsele en lo que se convertiría en su Familia Oblata.

El primer artículo de la primera Regla (1818) refleja el camino peregrino de Eugenio:

“El propósito del Instituto de los Misioneros de Provenza es, antes que nada, formar un grupo de sacerdotes que viviendo juntos, luchen por imitar las virtudes y ejemplos de nuestro Salvador Jesucristo, dedicándose principalmente a predicar la Palabra de Dios a los pobres”.

Regla de 1818

Al imitar a nuestro Salvador Jesucristo en su predicación del Evangelio a los pobres encontramos el motivo de la existencia de nuestra Familia Carismática Oblata. Cada uno de en su forma particular de vida, somos llamados a compartir nuestra experiencia de la presencia del Salvador en la pobreza de nuestros corazones.  A través del testimonio en nuestras vidas, “predicamos” las Buenas Nuevas a quienes necesitan a Dios.

En 1826, la Iglesia reconoció oficialmente que en nuestras Constituciones y Reglas encontramos los medios para realizarlo.

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LA REGLA OBLATA ES UN SANTUARIO QUE CONSERVA VIVO NUESTRO IDEAL DE PREDICAR LA BUENA NUEVA A LOS POBRES

Al iniciar su ministerio público, Jesús anunció: “El espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres”. (Lucas 4, 18)

Un Viernes Santo, cuando el joven Eugenio sin objetivo miró la Cruz, se dio cuenta de ser pobre, un pecador que se había alejado de Dios:

“Busqué la felicidad lejos de Dios y por demasiado tiempo, para mi desgracia. ¡Cuántas veces en mi vida anterior mi corazón desgarrado, atormentado, iba a Dios, de quien se había apartado! ¿Puedo olvidar aquellas lágrimas amargas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo? Salían del corazón y eran demasiado abundantes para poder ocultarlas a quienes como yo, asistían a esa ceremonia emocionante. Yo estaba en pecado mortal y eso era precisamente lo que ocasionaba mi dolor”.

Notó su pobreza y que Jesús le había llevado la buena nueva de salvación:

“Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, hubiera derramado sobre mí la inmensa riqueza de su misericordia”.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm. 130

En 1817 fundó a los misioneros Oblatos, al comprender el significado de ser pobre y necesitar la salvación, deseando llevar la Buena Nueva a los pobres que no conocían la misericordia y el amor de Dios.

Así, podemos decir que nuestra Regla Oblata es un santuario que conserva este ideal y nos ayuda a vivir como pecadores redimidos: reconocemos nuestra pobreza y permitimos que el amor y la misericordia de Dios nos transforme.

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LA REGLA OBLATA COMO RAYO DE LA ÚNICA LUZ DE CRISTO

Enfocándose en la Regla Oblata como reflejo del Evangelio, el Vaticano II nos recuerda que cada figura fundadora y la familia carismática alrededor de ella, refleja un aspecto particular de Jesucristo, que se expresa en su Regla:

“[Ellos] cuiden con atenta solicitud de que, por su medio, la Iglesia muestre de hecho mejor cada día ante fieles e infieles a Cristo, ya entregado a la contemplación en el monte, ya anunciando el reino de Dios a las multitudes, o curando a los enfermos y pacientes y convirtiendo a los pecadores al buen camino, o bendiciendo a los niños y haciendo bien a todos, siempre, sin embargo, obediente a la voluntad del Padre que lo envió»(Lumen Gentium 46) “.

San Juan Pablo II lo describió: «en la unidad de la vida cristiana las distintas vocaciones son como rayos de la única luz de Cristo, ‘que resplandece sobre el rostro de la Iglesia’» (Vita Consecrata 16).

El rayo de luz de Eugenio de Mazenod y el de la Familia Carismática Oblata, es Jesucristo como Salvador y Evangelizador.  Somos cooperadores del Salvador en su aspecto de predicar el Evangelio a los más abandonados.  Este “rayo de luz” fue captado en nuestras Constituciones y Reglas.

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LA REGLA DE LOS OBLATOS ES LA VIDA DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO

“Haz eso y vivirás” (Lucas 10, 28) son las palabras de Jesús al invitarnos a reconocerle en el Evangelio.

Como miembros de la Familia Carismática Oblata explorando la Regla que nos inspira, recordamos que se trata de nuestra reflexión y aplicación del Evangelio. En palabras de San Francisco de Asís: “La Regla es la vida del Evangelio de Jesucristo”.

El Papa San Juan Pablo II nos lo señaló claramente:

“Fue el Espíritu Santo quien hizo resplandecer la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. Todo carisma y toda Regla brotan de él y quieren ser expresión de él. En continuidad con los fundadores y fundadoras, sus discípulos de hoy están llamados a acoger la Palabra de Dios y a custodiarla en su corazón para que sea lámpara para sus pasos y luz para su camino (cf. Sal 118,105). El Espíritu Santo podrá entonces guiarlos a la verdad plena (cf. Jn 16,13).    (“Comenzar desde Cristo”, núm. 24)

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HAGAN ESO Y VIVIRÁN COMO PEREGRINOS DE LA ESPERANZA EN COMUNIÓN

Estas son las palabras que escucha cada Oblato profeso reciente al recibir el libro de las Constituciones y Reglas OMI y las palabras que resuenan en los corazones de los miembros laicos de la Familia Carismática Oblata al realizar el compromiso de vivir el espíritu y carisma de San Eugenio.

Habiendo celebrado este 17 de febrero, comenzamos nuestro camino de preparación para conmemorar 200 años de la aprobación por parte de la Iglesia de nuestra Regla y el espíritu y forma de vida que propone.  En esta reflexión diaria les invito a unírseme en este peregrinar.

Los Hermanos y sacerdotes Oblatos están vinculados a seguir todo lo que prescribe la Regla, mientras que los miembros laicos de nuestra Familia son invitados a vivir según su espíritu y lo que sea pertinente a su estilo de vida.  Al reflexionar en la Regla nos enfocamos en lo que sus páginas nos dicen como peregrinos en un viaje común.

“Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?  Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? El maestro de la ley respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo; Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás”.    (Lucas 10, 25-28).

¡Vive según el Evangelio y vivirás!  Las Constituciones y Reglas representan la reflexión del Evangelio a través de los ojos de San Eugenio y de nuestro carisma.  Fueron reconocidas como tal y aprobadas por la Iglesia en 1826.

ACTUALMENTE LEEMOS:

“Las Constituciones y Reglas indican a cada [miembro de la Familia Carismática] Oblata el modo de caminar siguiendo las huellas de Jesucristo. Se inspiran en el carisma que vivieron el Fundador y sus primeros compañeros; además han recibido la aprobación oficial de la Iglesia”.

 (Constitución 163)

 

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LA CONGREGACIÓN OBLATA SE CONSIDERARÍA AFORTUNADA SI FUERA LLAMADA AL VICARIATO DE COLOMBO

«La propuesta progresó y debemos nuestra gratitud de ello a Su Excelencia, el obispo de Usula y Vicario Apostólico de Colombo, sin duda inspirado por el Obispo Bravi.

La Congregación Oblata se consideraría afortunada si fuera llamada a ese Vicariato para realizar tanto bien como ha sido en Jaffna”.

Como veremos, el Obispo Bravi tenía ideas extrañas en cuanto a los misioneros.

“Por el contrario, no comprendo bien por qué Mons. Bravi excluye de forma poco cortés a los misioneros franceses, que son tan fervientes como los demás. El buen Prelado no concuerda en ello con el juicio del Papa Gregorio, del que, por discreción, no repito sus palabras. Sea lo que sea, no me sorprendería mucho su resolución y no me sería imposible satisfacerla, a pesar de su actitud un tanto rara. Por otro lado, estaba ya informado del prejuicio de Mons. Bravi y no me molesta”.

Carta al Obispo Barnabo, Secretario de la Sociedad para la Propagación de la Fe, Diciembre 18, 1850, EO V núm. 18

Eugenio solicitó de inmediato fondos para los gastos de viaje de los cuatro Oblatos:

“La Propaganda Fide también me solicita cuatro misioneros para el Vicariato Apostólico de Colombo en la isla de Ceilán. No me negaría a ello claro está, si costearan el viaje. Me escriben haga los arreglos con ustedes…

Lo que me encanta de esa correspondencia es el conocimiento expresado del bien que hacen nuestros Oblatos de María en el Vicariato de Jaffna”.

Carta al Presidente de la Sociedad para la Propagación de la Fe, Lyon, Diciembre 22, 1850, EO V núm. 122

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