UNA TRAVESÍA MARÍTIMA DE 230 DÍAS
Conforme la Congregación Oblata se extendía, las cartas de Eugenio ya no siempre contenían tantos detalles sobre las misiones y por ello creo importante encontrarlos a través de narraciones. Puede que no sean las palabras de Eugenio, pero sí las vidas y logros de los Oblatos, donde encontramos su carisma y espíritu totalmente vivo.
Como leímos antes, el primer grupo de 5 Oblatos, con el P. Ricard como superior, habían viajado a Oregón vía Nueva York y de ahí, “viajaron por barco, diligencia, barco de vapor, a pie, por carreta y a caballo para llegar a su destino. Al concluir su camino por el Territorio de Oregón, estaban exhaustos y aun así, al llegar estaban listos para comenzar de inmediato el establecimiento de su misión con los pueblos nativos del área (Ron Young, La Misión de los OMI en Oregón, pag. 69).
Un segundo grupo llevaba artículos muy necesarios. El 29 de noviembre de 1849, Eugenio escribe en su Diario que el P. Louis D’Herbomez (de 27 años) y los Hermanos Gaspard Janin (de 51) y Philippe Surel (de 30) habían zarpado hacia Oregón. En esa época no existía el Canal de Panamá, por lo que debían rodear el continente por Sudamérica.
“Ayer recibí una carta de Río de Janeiro de nuestro P. D´Herbomez que va al Oregón. El 14 de febrero seguía allí todavía, habiendo salido de Marsella en noviembre”.
Carta al P. Bellon en Maryvale, Abril 21, 1850, EO III núm. 38
¡Tras una travesía de cerca de 230 días, llegaron a San Francisco el 19 de julio de 1850! Y seis semanas después por fin llegaron a su destino en Oregón. Escritos de Ron Young (pág. 102).
“El pequeño grupo salió con veintidos piezas de equipaje llenas con artículos básicos y dinero muy esperado para la Misión de Oregón. A diferencia de sus predecesores, estos misioneros hicieron todo el viaje por mar desde Francia, rodeando el Cabo de Hornos hacia San Franciscso, desde donde fueron a Portland, Oregón, a bordo del barco Caroline. Continuando de ahí, viajaron al Fuerte Vancouver en lo alto del Río Columbia”.
REFLEXIÓN
Los barcos de ese tiempo no eran cruceros lujosos con aire acondicionado ni refrigeración, lo que nos hace admirar a esos misioneros por toda la incomodidad que estaban dispuestos a soportar por la salvación de las almas.
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