PONIENDO TODA LA CONFIANZA EN DIOS Y EN LA BENDICIÓN PATERNAL DE AQUEL QUE TIENE GRACIA PARA DISTRIBUIR EL TRABAJO A CADA UNO
Y agradezco doblemente al Señor, porque estoy más que nunca convencido de que en eso la Divina Providencia no ha tenido en vista sólo vuestro bien, sino el de la Congregación a la que estáis llamado a dirigir en el cumplimiento de sus deberes en esa parte del mundo…
Carta al Obispo Bruno Guigues, 25 de agosto de 1848, EO I núm. 101
Bruno Guigues se había convertido en obispo de Bytown, pero seguía siendo el superior de todos los Oblatos de Norteamérica. Tras felicitarle, Eugenio se puso manos a la obra.
El padre Telmon había sido nombrado Superior de una nueva aventura misionera en los Estados Unidos, en Pittsburgh, y planteaba objeciones. Eugenio necesitaba que se le recordara su voto de obediencia y la confianza que debía tener en la persona del Superior General, que comprendía el conjunto del personal y la misión de toda la Congregación y tenía «la gracia de distribuir el trabajo a cada uno».
Cualquiera que sea la protesta del P. Telmon, le renovaréis de mi parte, lo que le he escrito directamente, que le encargo expre-samente de esa misión, y si hace falta en virtud de la santa obe-diencia, aunque me cuesta mucho emplear ese medio, mientras todos los sujetos de nuestro Instituto, como aquellos de tantos otros, deberían hacerse un deber de marchar a la primera palabra del padre de familia, poniendo toda la confianza en Dios y en la bendición paternal de aquel que tiene gracia para distribuir el trabajo a cada uno.
Carta al Obispo Bruno Guigues, 25 de julio de 1848, EO I núm. 99
REFLEXIÓN
La palabra autoridad no es muy popular en nuestra sociedad relativista. Como cristianos, aceptamos la autoridad de Dios en sus múltiples manifestaciones: la Sagrada Escritura, el magisterio de la Iglesia con sus enseñanzas y directrices, aquellos que han sido nombrados nuestros líderes eclesiásticos, la fe de nuestros compañeros creyentes: todas estas expresiones de autoridad contribuyen a la formación de una conciencia madura y bien informada. Los religiosos y los sacerdotes, mediante nuestro voto de obediencia libremente elegido, tenemos la responsabilidad de marcar el camino.
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