PROCURARÍA CON ELLO UN DOBLE HOMENAJE, A NUESTRA SANTA MADRE Y A SU DIVINO HIJO

Escribiendo en su diario, Eugenio reflexiona en el valor que tuvo para organizar la procesión:

“Procesión general, que era lo indicado para suplir a las que no pudieron tenerse en Corpus a causa de las barricadas y el desorden ocasionado por el motín. Consideré necesaria esta procesión, ya sea porque había anunciado que las de Corpus solo serían diferidas o porque era hora de que nuestra ciudad tributara ese homenaje a Nuestro Señor Jesucristo. Pensé que el gran día solemne de la Santísima Virgen sería conveniente, pues lo aprovecharía para hacer bajar la estatua de N.-D. de la Guardia y procuraría con ello un doble homenaje, a nuestra Santa Madre, y a su divino Hijo.
Al conocer esta resolución, los buenos fieles tuvieron una gran alegría; pero ciertas consideraciones  llevaron a mis vicarios generales y a otros a no aprobarla”.

Debido a la reciente agitación, el P. Tempier se había acercado a Eugenio para disuadirlo de esta muestra pública de fe, recordándole cómo la turba había asesinado al Arzobispo de París.

“Reflexioné mucho sobre desistir de mi proyecto. Además, se debe reconocer que los obispos tienen gracia de estado para gobernar sus diócesis. Se trataba de cumplir una promesa, de satisfacer la expectativa del pueblo de dar a nuestro Señor Jesucristo el homenaje público no recibido aun este año. Importaba usar un derecho que realmente solo respondía la peor prensa, pero que ciertos personajes desearían ver olvidado; probaré la poca cooperación de las autoridades al solemne acto religioso, que siempre ofusca a la secta a la que pertenece el general dirigente de la guardia nacional. En cuanto a lo demás, no tuve inquietud alguna, estando convencido del efecto que tendría nuestra hermosa fiesta, y me sentí tan seguro del éxito con nuestra población, que respondí que aun cuando no se me concediera ni un soldado, no dejaría de hacer la procesión”.

Diario de Eugenio, Agosto 15, 1848, EO XXI

 REFLEXIÓN

«Llegas para Unirte  a mí tan íntimamente, como sustento. Tu sangre ahora corre por la mía, Tu Alma, Dios Encarnado, se compenetra con la mía, dando valor y apoyo. ¡Qué milagroso! ¡Nunca nadie lo habría imaginado!» (San Maximiliano Kolbe)

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *