“El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en Su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna.” (Juan 3: 35-36)
“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” profetizó Isaías (9:1) – una profecía cumplida con Jesús: “En Él estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres. La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.” (Juan 1: 4-5)
Hay tinieblas en nuestro mundo y tanto la televisión como los medios masivos la ponen de manifiesto constantemente. El Evangelio de hoy (Juan 3:13-36), nos invita a reconocer que existe una Luz eterna brillando en nosotros.
Sin importar lo que suceda, permitamos que la promesa de Dios de que tenemos vida eterna en nosotros nos fortalezca hoy, porque creemos en y amamos a Quien fue enviado a ser nuestra Luz.
Eugenio de Mazenod aprendió a experimentar esta relación y pedía ser fiel. Se refiere a ello en su retiro en silencio en preparación para su ordenación al sacerdocio. Pidamos con él:
para que el Espíritu Santo no encuentre obstáculos a su acción divina y descanse en mí con toda su plenitud, llenándome de amor por Jesucristo mi Salvador, de tal modo que solo viva y respire para él, que me consuma en su amor, sirviéndole y dando a conocer su bondad y lo insensatos que son quienes buscan en otra parte el descanso de su corazón, que solo podrán encontrar en Él.
¡Oh, Jesús, mi buen Maestro! Mira con compasión a tu pobre siervo. Creo que si me preguntaras como en otro tiempo al Príncipe de los Apóstoles… contestaré como él : «Si, Señor, te amo». Pero no esperaría una tercera pregunta para quedar tranquilo sobre la sinceridad de ese amor que te he profesado, consagrado, porque repito, temo equivocarme y que mientras creo amarte, pido seas la Luz que alumbra los más oscuros rincones de mi corazón, que lee sus mayores secretos.
¡Oh Señor mío, oh Padre mío, oh mi amor! Haz que te ame; es todo lo que pido, porque sé bien que ahí está todo, dame tu amor.
Oración de Eugenio al iniciar su retiro previo a la ordenación sacerdotal, Diciembre 1811, EO XIV núm. 95
