La vocación y la vida del Misionero estaba presentada, en términos entusiastas, en el primer párrafo del prólogo, y los miembros era exhortados a permitir ser ellos mismos transformados por estos grandes ideales. Ahora Eugenio continua mostrando que esta transformación no es un don caído del cielo, sino que es necesario trabajar para llegar a ese estado. La ruta está trazada claramente y sin error en la Regla:
Para llegar a este fin tan deseable, deben también aplicarse con el mayor cuidado a tomar los medios más aptos para llevarlos al fin que se proponen y no apartarse nunca de las reglas prescritas para asegurar el éxito de su santa empresa y mantenerlos a ellos mismos en la santidad de su vocación.
Avant propos, Règle de 1818, Missions, 78 (1951) p.11