“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios, pero sobre todo por la proclamación de la Palabra de Dios que encuentra su culminación en la celebración de los sacramentos y en el servicio al prójimo” (Constitución 7)
Como Eugenio escribió en su Regla, fue el Salvador quien debía hablar a través de su cooperador e invitar a la audiencia a un encuentro más profundo:
“El misionero, para que su predicación no sea en vano, pedirá y hará que los demás pidan al Divino Maestro de los corazones, se digne acompañar las palabras de su ministerio con la poderosa gracia que toca y convierte a las almas, sin la cual todas las palabras solo son el sonido de un timbal”.
Regla de 1826 Parte I, Capítulo 3, §1, Art. 24. de Eugenio de Mazenod
La predicación de misiones parroquiales, que fue el motivo original de nuestra fundación, era para predicar la Palabra de Dios e invitar a las personas a responder celebrando los sacramentos. El objetivo de los Misioneros era que toda persona celebrara el sacramento de la Reconciliación y recibiera la Eucaristía.
Un sacramento es un momento privilegiado de encuentro con Jesucristo. Que escuchar su Palabra nos lleve a una mayor expresión de comunión con él y a apreciar su presencia sacramental.
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“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios, pero sobre todo por la proclamación de la Palabra de Dios…” (C7)
Regla 7 g – En la proclamación de la Palabra, emplearemos siempre, según nuestra tradición, un lenguaje sencillo y directo, adaptado y fácilmente comprensible al auditorio.
San Eugenio dedicó su vida a explicar las Buenas Nuevas de salvación a los más necesitados. Él y sus misioneros deseaban crear corazones que escucharan y cambiaran sus vidas. Al día de hoy sigue vigente su invitación escrita en 1818:
“No debemos mirar más que a la instrucción de los pueblos… no contentarnos con partirles el pan de la palabra sino masticárselo, o sea, hacer de forma que, cuando salgan de nuestros sermones, no se vean tentados de admirar neciamente lo que no comprendieron, sino que queden edificados, conmovidos, instruidos, pudiendo repetir en el seno de la familia lo que oyeron de nuestros labios”.
Regla de 1818
En nuestros días tenemos la bendición de contar con muchos comentarios y reflexiones para ayudarnos a comprender la Palabra de Dios y poder “masticarla”, para que sea una parte integral de nuestras vidas.
Como Eugenio, hagamos que la lectura de las Escrituras y la Lectio divina sea parte de nuestra vida cotidiana. (Al buscar “lectio divina” en su navegador de la computadora, descubrirán un cúmulo de información de ayuda sobre esta práctica).
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“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios, pero sobre todo por la proclamación de la Palabra de Dios…” (C7)
“La Palabra que Jesús entregó a sus Apóstoles no ha perdido su fuerza a través del tiempo. Hemos visto que al provenir de los labios de quien es en sí mismo la vida eterna, siempre tiene espíritu y vida”.
Carta Pastoral del Obispo Eugenio acerca de las misiones, 1844.
La convicción de Eugenio sobre la importancia de las Escrituras en su vida le hizo tomar tiempo cada día para estudiarlas. Para él, la Lectio Divina era una oportunidad para escuchar la Palabra de Dios como un mensaje personal, y una práctica diaria en su agenda.
Los estudiosos de las Escrituras que han analizado los escritos de San Eugenio señalan qué tan inmerso estaba en ellas. A menudo las citaba directamente en sus cartas y en su diario y muy a menudo, parafraseaba los textos como parte de sus comunicados.
En la primera Regla escribió que “todo miembro del Instituto está encargado de estudiar las Sagradas Escrituras a diario”. Actualmente en nuestra Regla leemos:
“La Palabra de Dios nutre nuestra vida espiritual y apostolado. No solo la estudiaremos diligentemente, sino desarrollaremos además un corazón que escucha, para llegar a conocer más profundamente al Salvador a quien amamos y deseamos revelar al mundo. Esta inmersión en la palabra de Dios nos permitirá comprender mejor los eventos de la historia a la luz de la fe”.
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“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios, pero sobre todo por la proclamación de la Palabra de Dios…” (C7)
La importancia de las primeras dos constituciones es que contienen la dirección para todas las Constituciones y Reglas siguientes. Las Constituciones 1 y 2 dos nos recuerdan con toda claridad que todo lo que hacemos debe ser como cooperadores de Jesucristo, quien nos ha llamado, nos envía y la misión que realizamos le corresponde, donde quiera que nos encontremos y en cualquier condición de vida.
Todas las Constituciones y Reglas siguientes se basan en dicha realidad. La Constitución 7 enfatiza que nuestro ministerio principal es dar testimonio y proclamar la Palabra de Dios, y para hacerlo eficientemente, somos llamados “a conocerle más íntimamente, a identificarnos con Él y a dejarle vivir en nosotros”. (Constitución 2).
La forma de conocerle es a través de las Escrituras, es por ello que al predicar la Palabra de Dios, debemos impregnarnos de ella. Nuestro mensaje debe ser a través de la relación con Él, pues es quien nos habla.
Eugenio estuvo consciente constantemente del papel de las Escrituras en su vida, como escribió a los 55 años:
“Te agradezco, Señor, por haber hecho brillar esa luz desde el sagrado depósito de tus Sagradas Escrituras. Al mostrarme el camino a seguir y hacerme desear seguirlo, también me darás la gran ayuda de tu gracia”.
Retiro en preparación para recibir la sede episcopal de Marsella, Mayo 1837, EO XV núm. 185
Que tengamos la gracia para hacer nuestras estas palabras.
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El sueño de San Eugenio de que la Familia Oblata fuera la familia más unida del mundo se refleja en su descripción del Capítulo General de 1837 de su familia misionera:
El Capítulo presentó la imagen de una familia unida en torno a su líder, en la que todos los miembros se esfuerzan por ser dignos de su misión. La cordialidad más fraternal reinó en todo momento. El mayor celo por alcanzar la perfección de su vocación y el apego a mi persona y a la Congregación se manifestaron efusivamente. Partimos con la firme intención de aprovechar al máximo las luces que Dios había derramado sobre la asamblea y de trabajar eficazmente por nuestra propia perfección y el avance de la santa obra que se nos confió.
Diario de Eugenio de Mazenod, agosto de 1837, EO XVIII
En ese momento del Intercapítulo, el corazón de Eugenio debió de estar lleno de alegría:
“La segunda parte del día se centró en los Laicos Asociados, que comparten el carisma oblato. Inspirados por 1 Cor 12,4-12, la conversación reveló que su colaboración no es una estrategia, sino una espiritualidad, una forma de vivir juntos en la Iglesia escuchando al Espíritu en la diversidad. Recordando el mandato del último Capítulo, los participantes oraron con las palabras: ‘Los Laicos Asociados reconocen su mutua llamada vocacional al carisma, su profundo sentido de pertenencia y su compromiso con la misión, vivido a través del carisma de San Eugenio’ (PEC 18.2).
Al escuchar al Espíritu a través de los demás, la comunidad reconoció con mayor claridad el creciente papel de los laicos y las asociaciones laicas. Su contribución abarca la pastoral parroquial, la solidaridad, la ecología, la oración y la educación. Sus testimonios expresaron la alegría en el servicio, a la vez que subrayaron la necesidad Para un reconocimiento más profundo y un acompañamiento espiritual estructurado. El don de los laicos y los jóvenes proviene, sin duda, del Espíritu. La Asamblea afirmó que el carisma oblato no es exclusivo de los oblatos, sino de toda la Iglesia. Por ello, existe un llamado a acompañar, promover y formar a los Laicos Asociados Oblatos y sus asociaciones.»
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A veces existe la tentación de considerar las CCRR Oblatas como un libro de prescripciones legales, aburrido y sin importancia. Nos equivocamos mucho si caemos en esta trampa. Los delegados oblatos en el Intercapítulo lo afirmaron el cuarto día de su reunión: «Se enfatizó que no son solo un conjunto de normas legales, sino una fuente viva de inspiración que nos impulsa en la misión».
Cuando Eugenio y la comunidad fundadora escribieron la Regla en 1818, intentaron plasmar en palabras lo que el Espíritu Santo les había guiado a vivir. A través de su experiencia vivida, continuaron revisando lo que habían escrito y presentaron este texto al Papa y a los cardenales para su aprobación. Lo que sucedió el 17 de febrero de 1826 fue que la Iglesia reconoció que esta Regla fue inspirada por Dios y que la Familia Misionera Oblata había surgido como parte del plan divino.
Eugenio ya no consideraba la Regla como obra de un autor humano, sino como obra de Dios, quien la había hecho suya al inspirar al Papa para que le diera el carácter de su autoridad divina. Dirigiéndose a los Oblatos después del evento, Eugenio se refirió a su papel:
“Nos aseguró que, en lo que a él respecta, no veía nada del hombre, y que estaba tan convencido de que habían sido inspirados por el Cielo, que le era imposible reconocerse a sí mismo excepto como instrumento de la Divina Providencia”.
PIELORZ, J., Les Chapitres généraux I, págs. 57-58.
Que la conclusión del intercapítulo sea la de cada uno de nosotros al reflexionar sobre nuestro Libro de Vida:
“La mañana renovó nuestro compromiso con el carisma y nos recordó una vez más que las Constituciones y Reglas siguen siendo un camino de esperanza y comunión para toda la familia oblata”.
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“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios” (Constitución 7)
¡Este es un reflejo del espíritu de Eugenio y de los primeros Misioneros! En sus misiones utilizaban cualquier forma posible de ceremonia, gestos simbólicos y ministerio para transmitir su mensaje y atender las necesidades de las personas. El enfoque de Eugenio como Obispo de Marsella era el mismo para su iglesia local y fuera de ella. Además de cartas pastorales, sermones y contacto personal, su respuesta era incluir a tantas personas como fuera posible en la obra de beneficencia. Leemos su nota:
“Admiro cómo se multiplican estos actos de beneficencia. ¡Cuántas nuevas instituciones tienen como objetivo lo que antes de desconocía!»
Niños, ancianos, enfermos, pobres, el trabajador vencido de mañana a noche por el peso del trabajo del día en el calor, los inocentes en peligro, los vicios repugnantes y generados por el remordimiento, el joven prisionero ya iniciado en los hábitos de los criminales, el infractor ya endurecido por el delito, el rico mismo a menudo tan desvalido ante Dios en su lecho de muerte.
La caridad abarca todo; y cuando surgen nuevas necesidades, se encuentran nuevas respuestas:
Ayuda espiritual y corporal, alimento para el alma, pan para el cuerpo; instrucción a los analfabetas; consejo y guía ante la debilidad; un santuario para la virtud o para penitencia; sentimientos piadosos, dulce consuelo, fortaleza sobrenatural para los moribundos. Todo tipo de bien es prodigado en el nombre de Jesucristo”.
Carta Pastoral del Obispo de Mazenod a la Diócesis de Marsella, Cuaresma 1847.
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Durante 15 años, nuestro diario «San Eugenio nos Habla» ha explorado sus escritos en orden cronológico. Para conmemorar el próximo bicentenario de nuestra aprobación papal, he hecho una pausa en las reflexiones cronológicas sobre sus escritos para centrarme en las Constituciones y Reglas, planteándome la pregunta: «¿Cómo habla Eugenio» a través de la Regla Oblata hoy? Al mismo tiempo, en estos días de la importante reunión intercapitular de la OMI, también reconozco cómo Eugenio nos habla a través de lo que está sucediendo en la reunión en India:
“El tercer día de la reunión intercapitular comenzó con un retiro, ofreciendo a los participantes tiempo para el silencio, la oración y la reflexión. El P. M. Chinnapan, OMI, invitó a los Oblatos a reflexionar sobre cuatro dimensiones de la unión: con uno mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Les recordó que las tres primeras abren el corazón y preparan el camino para la unión más profunda, la comunión con Dios, que se encuentra a través del silencio y la interioridad.” (OMIWORLD)
Aquí reconozco el espíritu de Eugenio en nuestras Constituciones y Reglas. Profundizar nuestra humanidad en comunión con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza abre nuestros corazones a la unión con Dios en nuestro camino cristiano hacia la santidad (Prefacio) como cooperadores del Salvador (Constitución 1).
“El deseo de cooperar con él nos impulsa a conocerlo más profundamente, a identificarnos con él, a dejar que viva en nosotros” (Constitución 2). El resto de nuestro Libro de la Vida explica cómo lograrlo.
Como miembros de la Familia Carismática Oblata, estamos llamados a ser personas de unión para guiar a otros a la misma unión consigo mismos, con los demás, con la naturaleza y con Dios en un mundo fragmentado que cada día conduce a la gente a una creciente desunión, división y confusión. “Dondequiera que trabajamos, nuestra misión se dirige especialmente a aquellas personas cuya condición clama por la salvación y por la esperanza que solo Jesucristo puede traer plenamente” (Constitución 5).
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“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios” (Constitución 7)
Regla 7b La predicación de las misiones, la misión con los jóvenes y las misiones extranjeras ocupan tradicionalmente el primer lugar en nuestro apostolado. Ningún ministerio, sin embargo, nos es ajeno, a condición de que nunca perdamos de vista el fin principal de la Congregación: la evangelización de los más abandonados.
La respuesta de los misioneros Oblatos ha sido sorprendentemente generosa ante las siempre cambiantes necesidades de la Iglesia, como lo reconoció el Papa Francisco:
“Su historia misionera es como la de muchas personas consagradas que han ofrecido y sacrificado sus vidas por la misión, por los pobres, para llegar a lugares lejanos donde aun hay «ovejas sin pastor”. Hoy en día, todo lugar es un “territorio de misión”, cada dimensión humana es un territorio misionero que aguarda la proclamación del Evangelio. El Papa Pío XI se refirió a ustedes como “especialistas en misiones difíciles”. El campo de misión actual parece expandirse cada día, abarcando cada vez más a los pobres, a los hombres y mujeres que llevan la cara de Cristo pidiendo ayuda, consuelo y esperanza en las situaciones más desesperadas”.
(Papa Francisco al Capítulo General Oblato, 2016)
El portal de OMIWORLD contiene reflexiones diarias sobre la respuesta de los Oblatos a las necesidades más urgentes de la Iglesia en todo el mundo https://www.omiworld.org.
Pueden agregarla a su buscador y también descargar la app OMIWORLD para encontrar mucho más noticias de la Familia Oblata en Facebook “OMI World”. Espero que mi reflexión diaria en “San Eugenio nos Habla” comparta el espíritu de Eugenio y nos lleve a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia.
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En un informe del segundo día de la reunión Intercapitular en India, leemos:
“Por la tarde, el P. Robin Seelan, SJ, se dirigió a los Oblatos con una reflexión sobre la ‘reverencia’ y su papel en la vivencia de la sinodalidad durante la reunión Intercapitular. Señaló que la palabra en sí no aparece en las Constituciones y Reglas, pero está profundamente presente en la vocación oblata. Se reconoce en el ardiente deseo de perfección, el amor ardiente a Cristo y a la Iglesia, el celo ardiente por la salvación de las almas y la liberación de los afectos desordenados. El P. Seelan recordó a la asamblea que la reverencia no es una técnica ni un método. Es un movimiento del corazón, una disposición, una espiritualidad. Es algo para vivir y experimentar, más que simplemente discutir o estudiar”. (https://www.omiworld.org/es/2025/08/19/un-dia-de-escucha-y-de-reverencia/)
El orador captó algo del espíritu de nuestras Constituciones y Reglas, que reconocemos en las palabras de San Eugenio a los pobres y más abandonados de la Iglesia de la Magdalena: «Mis hermanos, mis queridos hermanos, mis respetados hermanos», y cómo este sería su enfoque característico hacia todos como oblato y obispo.
Este espíritu de reverencia se refleja en la Constitución 5: «Lleva la Buena Noticia a los pueblos que todavía no la han recibido y les ayuda a descubrir a la luz del Evangelio los valores que poseen».
En la Constitución 7: «Ponen su empeño en fundar comunidades cristianas e Iglesias enraizadas en la cultura local y plenamente responsables del propio crecimiento».
En la Constitución 8: «Siempre cerca de la gente con la que trabajan, los Oblatos prestarán constantemente atención a las aspiraciones de la misma y a los valores que posee».
La reflexión concluyó con una invitación, también válida para todos los miembros de la Familia Carismática Oblata que no estuvieron presentes en esa reunión, a «encarnar la reverencia en todos los aspectos de su vida: en el testimonio personal, en la vida comunitaria y en la misión apostólica. Este Intercapítulo, subrayó, no es solo una reunión organizativa, sino un momento de diálogo y apertura. Exige una escucha atenta en oración y silencio, creando las condiciones para una auténtica conversación en el Espíritu».
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