NUESTRO AMOR POR LA IGLESIA NOS LLEVA A CONSIDERAR A LOS OBISPOS COMO NUESTROS PADRES, DESDE EL MOMENTO QUE NOS ADOPTAN

“Por amor a la Iglesia, los Oblatos cumplen su misión en comunión con los pastores que el Señor ha puesto al frente de su pueblo…”  (Constitución 6)

“Somos hombres de los obispos” es una consigna que se ha utilizado demasiado e incorrectamente a lo largo de la historia de nuestra Congregación.  Al sacarla de contexto, se ha interpretado como la razón por la que un Oblato sea “ministro con muchos oficios” en alguna diócesis, según los caprichos del obispo.  El punto clave para comprender este concepto está en el contexto en que se escribieron estas palabras.

El Vicario General de Grenoble se había acercado a Eugenio sobre que los Oblatos fueran a trabajar a su diócesis. En su respuesta, Eugenio hizo claro el ministerio de los Oblatos, que en esa época era la evangelización a través de las misiones parroquiales, y cuando no lo realizaran, trabajarían con los pobres con quienes la Iglesia no tenía mucho acercamiento y que la sociedad consideraba “escoria”.

“En una aldea, durante el intervalo entre misiones, nuestros Misioneros, dedicados como eran, al servicio de las almas abandonadas, realizaban un ministerio muy útil entre las personas de las clases bajas.  Por ejemplo, en  Marsella, atendían a los marginados de la sociedad, personas entre los 25 y 30 años, que aun no habían hecho su Primera Comunión y no conocían a Dios o acerca de sus almas; les instruían con cuidado y su tarea ha sido premiada con el mayor de los éxitos”.

Luego subrayó que este ministerio se realiza en la mayor cercanía con el obispo local, siempre listos para servirlo, aunque dentro de los parámetros de nuestro carisma. En varias ocasiones posteriores, Eugenio tuvo que retirar a los Oblatos de alguna diócesis o de un ministerio particular que consideró no estar de acuerdo con su visión de nuestra vocación carismática.

“Consideramos a los obispos como nuestros padres desde el momento que nos adoptan; su diócesis se convierte en nuestra familia y puedo declarar que estos hijos por adopción dan testimonio de ello ante todos, a través de su afecto y apego.  Además, tenemos el consuelo de ver que los Obispos nos otorgan constantes e inconfundibles señales de preferencia.

Somos hombres del Obispo; estamos a su disposición en todo momento, día y noche. Por lo general, debemos vivir bajo su influencia”.  

Carta a M. Testou, Vicario General de Grenoble, Junio 17, 1828, EO XIII núm. 68

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