CONFIÓ A MARÍA SU VIDA COMO SEMINARISTA

A los 26 años y al concluir su camino de conversión y de discernir que Dios le llamaba a convertirse en sacerdote, Eugenio se dirigió al Seminario de San Sulpicio en París.
Eugenio escribió una dedicatoria en la primera página de sus notas de estudio en el seminario:

“A mayor gloria de Dios y de la Virgen Inmaculada. Bajo los auspicios de esta Virgen concebida sin pecado…para que éstos y antes que éstos la Madre Inmaculada me asistan en el difícil curso de los estudios”

 Traité de la pénitence, Ms. Oblate General Archives, DM-III 8a

Así como María reflexionó y aprendió de la presencia de Jesús en su vida, Eugenio quiso también tener la misma actitud en sus estudios como seminarista.

Después de un año como seminarista, Eugenio reflexiona en su diario sobre el lugar de María en su espiritualidad:

“Pero la devoción a la Santísima Virgen debe superar a todas las demás, porque esa gloriosa Madre de Dios la llama la Iglesia, nuestra vida y nuestra esperanza. Es moralmente imposible que una alma pueda hacer algún progreso en los caminos de la perfección si está desprovista de esa tierna y sincera devoción para la Santísima Madre de Dios”.

 Consejos Generales para alcanzar la perfección, notas tomadas en 1809, EO XIV n.39.

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