El 17 de febrero de 1826 las autoridades eclesiásticas dieron su aprobación a los Misioneros Oblatos.
En respuesta a la euforia de los Oblatos por la aprobación, Eugenio reflexiona sobre el nombre de nuestra familia.
“ ¡Ojalá comprendamos bien lo que somos!
Espero que el Señor nos concederá esa gracia, con la asistencia y por la protección de nuestra santa Madre, María Inmaculada, a quien hemos de profesar una gran devoción en nuestra Congregación. ¿No le parece que es una señal de predestinación llevar el nombre de Oblatos de María, es decir, consagrados a Dios bajo los auspicios de María, de quien la Congregación lleva el nombre como apellido que le es común con la Santísima e Inmaculada Madre de Dios?
Es como para que nos tengan envidia; pero es la Iglesia la que nos ha dado este hermoso título”

» Consagrados a Dios bajo el patrocinio de María»