En torno a la edad de 24 años Eugenio entró en un período de búsqueda de sí mismo, un viaje que alcanzó una cima un Viernes Santo:
He buscado, pues, la felicidad fuera de Dios y no he encontrado fuera de él más que aflicción y pesadumbre.
Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, haya desplegado en mí la inmensa riqueza de sus misericordias. Al menos, que yo repare el tiempo perdido redoblando mi amor para con él. Que todas mis acciones, pensamientos, etc. vayan dirigidas a este fin.
Qué ocupación mas gloriosa que obrar en todo y por todo únicamente por Dios, amarle sobre todas las cosas, y amarle tanto más cuanto más he tardado en amarle.
Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n.130