LA VIDA DE UN JOVEN NO TERMINA SE TRANSFORMA

Eugenio escribe sobre la vida y la muerte de uno de los miembros de su congregación de la juventud

Muerte del Sr. Fortunato Sallier, de 18 años. El mérito de este joven no era bastante conocido. Me creo en el deber de darle un testimonio muy justamente merecido. Y si me fuera permitido al alabar a un muerto denigrar un poco a los vivos, no me sería difícil probar que tuvo más mérito que otros por mantenerse constantemente virtuoso y muy virtuoso hasta su último suspiro.

Aquí nos es ofrecido un atisbo del ministerio con jóvenes de Eugenio:

A menudo yo he dado los primeros pasos para atraerme la confianza de los jóvenes y llevarlos al bien. ¡Cuántas veces me ha sucedido haber perdido el tiempo! Sallier solo ha debido a su buena voluntad y a su deseo de hacer el bien la ventaja de pertenecer a la Congregación y de ser dirigido por un sacerdote que consagró los primeros años de su ministerio casi exclusivamente a la santificación de la juventud.

Eugenio describe cómo este joven se le acercó pidiéndole acompañamiento espiritual porque él no estaba contento con la orientación recibida por un sacerdote de su colegio.

La sorpresa igualó mi admiración al ver en ese joven el candor y la inocencia que había sabido conservar en medio de tantos peligros, privado de toda ayuda. Desde entonces yo lo reverenciaba como a un predestinado, sin creer, no obstante, que tuviera que tomar tan pronto posesión del Reino que el Padre celeste le tenía preparado. Tímido y frío en apariencia, no por eso era menos constante en sus resoluciones, y su fidelidad a las prácticas de piedad que su posición le permitía resistió a las mayores pruebas.

Sallier se puso gravemente enfermo y murió mientras Eugenio estaba en París. Cuando Eugenio le recuerda en su diario de la Congregación de la Juventud hace hincapié en lo siguiente:

No lo dudemos, es un intercesor más que tenemos en el cielo. La Congregación le rindió el último homenaje en la forma de costumbre. El servicio no pudo tenerse hasta el 27 de noviembre, pero no se esperó esa fecha demasiado lejana para ofrecerle sufragios, pues se sabe que, a más de las indulgencias y comuniones indicadas en el reglamento, la Congregación manda celebrar seis Misas por cada uno de sus miembros cuando mueren

Diario de la Congregación de la Juventud, el 1 de noviembre 1817, E.O. XVI

 

«El miedo a la muerte procede del miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento». Mark Twain.

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