LAS MISIONES POPULARES: CONTACTANDO CON LOS HOMBRES QUE HABÍAN DESPRECIADO LA PROCESIÓN EUCARÍSTICA

Vísperas a las 2. El Santísimo quedó expuesto durante las vísperas. Sermón sobre la adoración del Santísimo Sacramento. Inmediatamente después del sermón salió la procesión. Se había advertido la víspera que todos los que quisieran asistir a ella se procuraran una vela. Se había tenido cuidado de prevenir que se había previsto que las hubiera de todo tamaño, incluso de una onza, para que cada cual pudiera adquirirla a bajo precio. Se había dado a conocer cuál era la intención de la Iglesia en esa laudable costumbre…
Parece que no era menester tanto para suscitar el celo y el entusiasmo de la gente e inducirla a asistir a la procesión. Pero no fue así y la avaricia retuvo a cuatro quintas partes de esos hombres sin sentimientos; se contentaron con ver pasar la procesión, como si fuera un espectáculo que se intentaba ofrecer a su curiosidad.
La indignación de los misioneros llegaba al colmo, y el Superior quedó tan vivamente impresionado que al regreso de la procesión, cuando desde el púlpito hizo parar el Santísimo Sacramento en el umbral de la iglesia, creyó deber centrar principalmente el acto de desagravio que suele hacerse en esa circunstancia, en el ultraje que Nuestro Señor acababa de recibir por la despreocupación de una gente que habría debido este día implorar su misericordia y reparar con sus homenajes sus irreverencias pasadas.
A pesar de la inconcebible conducta de esos hombres despreocupados, la iglesia, llena de mujeres y de unos 150 hombres, todos con la vela encendida en la mano, presentaba un bellísimo espectáculo, capaz de conmover a cualquiera menos a los avaros.

Los misioneros de los más abandonados no podían ignorar a aquellos hombres que habían permanecido fuera de la iglesia y en consecuencia, al final de la ceremonia,

el Superior volvió a salir y les habló para alentarlos e invitarlos a pedir la admisión en la Congregación.

Más tarde, Eugenio señalaba en el Diario:

N.B. Creo que hemos hecho mal en no reunir a los hombres antes de Vísperas. Fue por falta de tiempo, ya que se salió de la iglesia a la una y había que empezar Vísperas a las dos. Estoy persuadido de que no habríamos experimentado ese disgusto si hubiésemos podido conversar familiarmente con esos hombres durante una hora como hemos hecho en otras partes. Habrá que acordarse de ello en otra misión.

Diario de la Misión de Marignane, el 8 de diciembre 1816, E.O. XVI

 

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