El biógrafo Rey prosigue su descripción de la histórica bendición por el obispo Eugenio de la primera estación ferroviaria de Marsella en 1847.
“Después, y según el rito Pontificio, el Obispo bendijo el agua y dijo las oraciones para bendecir las locomotoras… Bajó en su capa y mitra a las vías, sobre las que diez locomotoras, decoradas con banderas y follaje pasaron en forma majestuosa, o debemos decir lentamente, con los ingenieros y mecánicos parados en ellas. Cada locomotora se detuvo frente al altar, recibió la bendición del Obispo y siguió su marcha, al llegar la siguiente. Al terminar el desfile, las diez locomotoras arrancaron al mismo tiempo, pronto desapareciendo en la distancia y dejando tras ellas una larga columna de humo. En ese momento, Mons. de Mazenod, ya de vuelta ante el altar, entonó el Te Deum, mientras la música, el sonido del cañón y los vítores de la multitud que se conglomeró en los techos dio a este momento de la ceremonia un esplendor difícil de describir. Monseñor se retiró tras dar la bendición pontificia”.
Rey II pp. 264-265
REFLEXIÓN
«No existe tarea, vil o sórdida, que no brille ante Dios”. (John Calvin)