AL MULTIPLICAR LAS RELACIONES ENTRE ELLOS, ACELERAMOS EL ACERCAMIENTO A LA MISTERIOSA UNIDAD DE TODOS LOS HIJOS DE LA FAMILIA HUMANA AL AMPARO DEL MISMO DIOS

Luego, dando un rápido panorama del desarrollo al que Marsella estaba destinada a través del comercio en el Mediterráneo y el ferrocarril “que la llevará a estar en contacto con todos los lugares de Europa”, el Prelado llevó las mentes de quienes le escuchaban a alturas celestiales:

“El rasgo del hombre jamás habría podido trazar con tan hermosa esperanza este ferrocarril que nos une con el interior del país, si una mano divina, después de cavar en el seno de la tierra la cuenca en que Marsella se asentaría, no hubiera dado a este lugar la misma prominencia de la Reina del Mediterráneo. 

La Providencia, no contentándose con otorgar nuevas ventajas a la existencia material de los pueblos, desea acercarlos entre ellos, unirlos en el orden moral.  Al multiplicar las relaciones entre ellos, aceleramos el acercamiento a la misteriosa unidad de todos los hijos de la familia humana al amparo del mismo Dios, la misma fe, el mismo bautismo.

¡Vuelvan sus ojos a las legiones de misioneros, que en los barcos destinados a llevar la riqueza de la tierra, parten para llevar por doquier la riqueza celestial! Pronto los pastores de los pueblos, en mayor número que antes, llegarán entre nosotros de todas partes del mundo para desde aquí fortalecer los lazos de sus iglesias con la Iglesia madre, para llevar todo el fulgor del catolicismo siempre más cerca del centro y fomentar la conversión de las almas, para inspirarles aun más con el espíritu apostólico ante la tumba de los santos Apóstoles y al pie del sucesor de Pedro, quien lo recibió para validar a sus hermanos en la fe…

 Que quienes viajen en este ferrocarril, adonde sea que vayan, no estén a merced de la fuerza enceguecedora que los aleje, y les proteja el Ángel del Señor, mensajero de su Divina Providencia, que siempre les acompañe y les devuelva a sus familias al final de sus viajes, felices de volver”. 

Rey II pp. 264-265

REFLEXIÓN

«Si encontramos que cualquier ocupación o sociedad impide nuestra comunión con Dios o nuestra dicha por los asuntos espirituales, debemos abandonarla.  Lo que haya en mis hábitos que dañe la feliz interacción con los demás o prive mi servicio de su poder, debe ser juzgado implacablemente y eliminado, ‘incinerado’.  Debo evitar cualquier cosa que me impida actuar por la gloria de Dios”. (A. W. Pink)

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