En 1842-1843, los diez escolásticos que estudiaban teología habían estado viviendo en el Seminario de Marsella y hasta entonces fueron enviados a N.-D. de L’Osier. El superior de la comunidad, el Padre Guigues, se encontraba muy a disgusto pues necesitaba la ayuda de más Oblatos para cuidar el flujo de estudiantes. Eugenio le respondió:
“Tu conciencia debería estar tranquila después de lo que te he dicho. Solo me repites lo que ya sabía tan bien como tú, y no cambiaré de decisión. Que te sea suficiente saber que no puede ser de otra manera.”
Los compromisos de los Oblatos en Francia, Canadá e Inglaterra no permitían a Eugenio enviar más personal en ayuda del Padre Guigues.
“… no agravar mis preocupaciones con reclamaciones que debes comprender estoy en imposibilidad de satisfacer…
Les pido a todos dejen a un lado las quejas y murmuraciones. Su deber es reprimir ese desorden tan perjudicial. Hagan lo que deben sin tantos lamentos, que se escuchan en la casa y afuera. Hagan una virtud de la necesidad, y Dios les ayudará.”
Con su típico sentido del humor mordaz, Eugenio añade con exasperación que no tiene el poder de crear a la gente de la nada:
“En cuanto a mí, reconozco mi incapacidad para crear y estoy en paz.”
cf, «hagan de la necesidad una virtud, y Dios los ayudará»