“Pero les he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, se acuerden de que ya les había hablado de ellas.” (Juan 16:4)
Recordemos que las palabras en el Evangelio de hoy (Juan 15:26 – 16:4) fueron dichas en la Última Cena, donde Jesús preparaba a sus discípulos para su muerte y resurrección. A partir de ahí tendrían que aprender a reconocer su presencia en forma distinta. El Espíritu Santo continuaría la obra de Jesús.
Sus discípulos recibirán críticas por sus valores, serán juzgados por su comportamiento y maltratados por sus creencias (como sigue siendo hasta nuestros días), pero el Espíritu Santo les dará fortaleza al recordarles todo el significado y la enseñanza de Jesús.
San Eugenio experimentó esta realidad en muchas situaciones como cristiano, como sacerdote, como misionero religioso y como obispo. Nunca cayó en la desesperación ni se dio por vencido, siempre confiando en la fortaleza del Espíritu Santo. A través de la oración, el estudio y la meditación diaria sobre el Evangelio, “recordaba” todo lo que Jesús era: quien le guiaba y amaba.
En retiro (1811) pedía:
que el Espíritu Santo… descanse en mí con toda plenitud, llenando todo mi ser de amor a Jesucristo mi Salvador, de manera que solo viva y respire por él, que me consuma en su amor sirviéndole y dando a conocer cuán amable es.
Por nuestro bautismo estamos en una relación con Jesús y su Padre y recibimos al Espíritu Santo. Recordemos esto a lo largo del día, para que nos de fortaleza al enfrentar y lidiar con lo que sucede en todo el mundo y a nuestro alrededor actualmente.