ME  PARECÍA QUE PODÍA DECIR ,  COMO  NUESTRO  DIVINO MAESTRO, QUE “SALÍA UNA FUERZA DE MÍ”, Y YO LO SENTÍA   

Esta ordenación del sábado santo me recuerda la primera que tuve la dicha de hacer el mismo día, en 1833.

En la entrada anterior, Eugenio describió en su diario la ordenación sacerdotal de Charles Bellon, y ahora recuerda la primera ordenación realizada como nuevo obispo.  Es una revelación poderosa de lo sucedido a Eugenio al convertirse en el instrumento de Dios para transmitir el don del sacerdocio en la ordenación.  Exclama: “Este milagro sucede en cada ordenación que realizo.”

¿Puedo recordar sin emoción que mi primicia pontifical fue el  p. Casimiro Aubert?  ¿Quién podrá decir lo que pasó en mi alma cuando, al invocar con toda devoción al sumo sacerdote Jesucristo, investido como estaba para realizar el prodigio, levanté las manos sobre mi amadísimo hijo, comunicándole parte de la gracia y poder que yo mismo había recibido unos meses antes?  Me parecía que, con el Espíritu Santo bajando sobre él, y con el Altísimo al cubrir todo su ser, –pues se puede decir que de algún modo se transforma el alma del nuevo sacerdote, fecundándola,– que mi propio espíritu se comunicaba con él. Me parecía poder decir como nuestro divino Maestro, que “salía una fuerza de mí”, y yo lo sentía. Me invadía esa fuerza real de Dios, que de algún modo salía de mí. Ese milagro se realiza en cada ordenación, con más o menos la misma sensación, según a quien impongo las manos, pues admito que el amor paternal se refleja, sobre todo cuando veo la disposición en mis hijos. Gracias a Dios es lo que  he creído reconocer en la mayoría de los que he ordenado hasta hoy.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 25, 1837, EO XVIII

Hermosas palabras, para recordarnos que el sacerdocio no es una carrera, sino una responsabilidad asignada por Dios.

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