Hace doscientos años, cuando no había electricidad ni televisión, el entretenimiento estaba en los teatros y la ópera. En realidad, los valores morales presentados en la mayoría de esos espectáculos no estaba de acuerdo con los del Evangelio ni con la fidelidad marital, y la inmoralidad lideraba la lista. Por ello, los obispos franceses nunca iban a los teatros. En esta entrada de su diario, Eugenio menciona conocer al afamado compositor y músico Niccolo Paganini, y de rehusar una invitación al teatro donde se presentaría.
Para no disgustar al buen Billon, Párroco de San Víctor, me arriesgué a asistir pontificalmente en la misa cantada en su iglesia, que fue la de Cherubini; los artistas se empeñaron al máximo, pues tenían como testigo y juez de su habilidad al famoso Paganini. El célebre hombre había dado dos conciertos en la ciudad, atrayéndole los aplausos que está acostumbrado a recibir dondequiera hace oír su violín verdaderamente mágico. Vino personalmente a invitarme. Me agradó mucho saludar a un maestro tan extraordinario, pero me vi obligado a mi negativa, motivada no solo por mi estado de salud, sino también por la severidad de nuestros usos franceses que no permiten que un obispo aparezca ni siquiera para un concierto inocente en una sala de espectáculos, considerada entre nosotros como templo del demonio.
Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 5, 1837, EO XVIII
Puede que por nuestros estándares hoy en día veamos a Eugenio como intransigente, pero tal vez este texto nos invite a reflexionar en nuestra actitud y reacción personal a los valores del Evangelio que los medios de comunicación masiva nos presentan