Los responsables de las diferentes comunidades Oblatas eran todos muy jóvenes y llenos de celo e ideas innovadoras. Eugenio mantenía correspondencia regular con ellos para alentarles y guiarles. Sin embargo, condenaba cualquier abuso de poder cuando se tomaban decisiones sin consultar.
Hay algo muy curioso: me sorprende ver que en cuanto uno de los nuestros es nombrado superior de una comunidad, se vuelve dueño absoluto, dispone de todo, lo compone todo a su modo, sin preocuparse en pedirme orientación ni de consultar a los consejeros que le da la Regla. De hecho, nuestros superiores locales se consideran mucho más independientes que el Superior General, que nunca actúa sin oír a quienes están a su lado…
Al insistir en la consulta con él, Eugenio no actuaba como un entrometido controlador, sino como Superior General. El matiz es importante, pues se conecta con el carisma dado a la Iglesia por el Espíritu Santo, del cual es custodio el Superior General. De ahí que todas las decisiones en relación a la vida comunitaria y la misión debieran hacerse a la luz del carisma.
No actúan así por pretensión, pero se dejan llevar por una especie de inercia, de costumbres que han visto, diría que casi institucionalizadas en otros sitios, y así echan raíces los abusos. Es hora de que todo se regularice, y al no hacerse como debería ser, me ocuparé personalmente.
Carta a Casimir Aubert, Mayo 18, 1836, EO VIII núm. 572