Los misioneros dejaron claro que se habían unido no simplemente como mano de obra para HACER el ministerio más necesario, sino que ellos respondían a una llamada de Dios que pedía una respuesta de consagración. Es una llamada a SER para HACER.
Los sacerdotes infrascritos,
Deseando, al mismo tiempo, responder a la vocación que los llama a consagrarse a ese penoso ministerio;
Petición de Autorización Dirigida a los Señores Vicarios Generales de Aix,
el 25 de enero 1816, E.O. XIII n.22
En la primera parte de su declaración de objetivos, los Misioneros muestran en términos fuertes la urgencia de su ministerio y la desesperada necesidad de responder a lo que se estaría demandando física y espiritualmente. En esta declaración tenemos la semilla de lo que iba a desarrollarse como un aspecto constitutivo y no negociable de la fundación:
- Los misioneros no eran un aglomerado de hombres que se habían unido solo para realizar un trabajo importante
- sino que se habían unido como modo de respuesta a lo que habían discernido ser una llamada de Dios a cada uno, individualmente, y a la comunidad como un todo.
- de este modo, se unieron y se consagraron para SER en orden a HACER
Todo esto iba a ser expresado en el lema del grupo: “Me ha enviado para evangelizar a los pobres”.
La semilla fue plantada el 25 de enero de 1816 y la planta continua profundizando sus raíces y el fruto permanece hoy. Esta frase de nuestro “Padre Fundador” es claramente reconocible en el primer artículo de nuestras Constituciones hoy:
El llamamiento de Jesucristo, que se deja oír en la Iglesia a través de las necesidades de salvación de los hombres, congrega a los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y los invita a seguirle y a tomar parte en su misión por la palabra y por la acción. (C 1)