EL CONFLICTO ENTRE EL GOBIERNO FRANCÉS Y LA INDEPENDENCIA DE LA IGLESIA

Al seguir avanzando en el conflicto entre el Gobierno francés y Eugenio, hemos visto como fue llamado a Roma a mediados de 1833. Tal vez algunos de estos eventos sean confusos, por lo que Yvon Beaudoin nos recuerda los principales sucesos iniciados con la llegada de Eugenio a Roma.

Las autoridades romanas le descubren poco a poco la verdad: el Gobierno francés no lo quiere en Francia. A pesar del clima aparentemente sereno que reinaba en Marsella desde hacía un año, tanto el Prefecto, el Alcalde como las autoridades civiles y militares espiaban los gestos del Prelado, desnaturalizaban sus palabras, lo denunciaban a París acusándolo de actividades políticas, incluso tal vez de haberse involucrado en el asesinato del comisario central de la policía de Marsella.
En sus informes, el Embajador de Francia en Roma y el Internuncio de París habían presionado para que Gregorio XVI llamara al Obispo de Icosia a Roma, o lo enviara a África.
Mons. de Mazenod necesitaría cuatro meses para disculparse y lograr el permiso del Papa para volver a Francia a principios de diciembre de 1833, en contra de la voluntad del Embajador. “Una cárcel por otra, escribe el Obispo al P. Tempier el 8 de septiembre de 1833, prefiero mejor hacer frente a las amenazas de los Señores Ministros… Sin embargo… me hacen perder mi tiempo, dinero y salud. ¡Que Dios los perdone! pero me fastidian”.
Continúa trabajando junto a su tío, a pesar de no ser reconocido oficialmente como Vicario General de Marsella. En efecto, el Ministro de Cultos había escrito a Mons. Fortunato el 13 de septiembre de 1833: “Mons. de Mazenod, al no haber solicitado ni recibido la autorización del Gobierno para aceptar un obispado “in partibus”, se halla legalmente, según los artículos 32 y 33 de la Ley del 18 Germinal año X, en la imposibilidad de ejercer cualquier función eclesiástica en el reino y de seguir cumpliendo las de vicario general, que han debido cesar desde su instalación como obispo de Icosia. Por consiguiente, he debido ordenar al Señor Prefecto de las Bocas del Ródano, suspenda  cualquier orden de pago para él”.
Las afirmaciones del Ministro mostraban el problema en toda su gravedad: No era ya  sólo una cuestión personal entre Mons. de Icosia y el Gobierno, sino una cuestión de principio, en el cual la independencia de la Iglesia quedaba ignorada.

Yvon Beaudoin EO 8 páginas XXV-XXVI

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