NO EXISTE NADA EN LA TIERRA, MÁS GRANDE QUE NUESTRA VOCACIÓN

¡Qué forma de terminar el retiro de Eugenio! ¡Qué fanfarrias! ¡Somos los mejores!

He releído nuestras Reglas durante mi retiro anual con gran recogimiento de espíritu, y quedé convencido de que entre todos esos hombres, somos los más indignos de los favores del cielo, si no tenemos un agradecimiento capaz de inspirar el heroísmo, por la gracia que Dios nos ha dado.

Entre los religiosos, llamados a diferentes obras; algunos están destinados, aún infectamente, al mismo fin que nosotros.

No hay nada vanidoso en ello, sin embargo, puesto que nuestra vocación es exactamente la misma que la de Jesús, al iniciar su ministerio público:
Para nosotros, nuestro fin principal, diré casi el único, es el mismo que Jesucristo se propuso al venir al mundo, el mismo fin que encomendó a los Apóstoles, para quienes sin duda, diseñó el camino más perfecto. Por eso, nuestra humilde Sociedad no reconoce otro fundador sino a Jesucristo, quien habló por boca de su Vicario, [ed. El Papa, quien dio su aprobación a los Oblatos y reconoció el carisma proveniente de Dios, de su origen] y otros Padres que los Apóstoles. He aquí algunos rasgos de la eminente perfección que nos piden nuestras Reglas

Carta a Jean Baptiste Mille y a los Padres y Hermanos en Billens, Noviembre 3, 1831, EO VIII n 406

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