Como miembros de la Iglesia profética, los Oblatos han de ser testigos de la santidad y la justicia de Dios, reconociéndose ellos mismos necesitados de conversión. Anuncian la presencia liberadora de Cristo y el mundo nuevo que nace de su resurrección.
CC&RR, Constitución 9
Al ver la Cruz, Eugenio se vio como realmente era: confundido y perdido, carente de dirección. La conversión significó que encontrara finalmente su dirección: verse a través de los ojos del Salvador Crucificado. Le llevaron a comenzar a ver al mundo a través de los mismos ojos y comprender el propósito de su vida, siendo “co-operador de Cristo el Salvador.”
A través de los ojos del Cristo crucificado tomó conciencia de la multitud de pobres perdidos arremolinados al pie de la Cruz, enfocados en sí mismos y su sufrimiento – al igual que las mujeres en la tumba vacía, a quienes el ángel hizo reaccionar al decirles: “Va adelante de ustedes a Galilea. Ahí lo verán.”
“Galilea” es el lugar de nuestra vida cotidiana. El mensaje del Salvador Crucificado es un llamado a sumergirnos en nuestra vida diaria para descubrir la presencia liberadora de Jesucristo y el nuevo mundo surgido de Su resurrección. Como Eugenio, una vez en este proceso personal como discípulos misioneros, nos encontramos tomando más consciencia de quienes nos rodean y en quiénes es más necesario el mismo cambio de visión.
Este es el mensaje y misión de los Oblatos: vayan con los pobres y abandonados en su humanidad, a descubrir la presencia liberadora de Jesucristo y el nuevo mundo surgido de Su resurrección, en su lucha y alegría, después acompáñenlos en su crecimiento como cristianos y santos en proceso.
“Un hombre con celo, siente que como una lámpara, está hecho para arder; de consumirse en ello, solo ha realizado el trabajo que Dios le asignó. Alguien así siempre encontrará un lugar para su celo. De no poder predicar, trabajar y aportar dinero, llorará, suspirará y rezará”. J. C. Ryle