NUESTRO BICENTENARIO: EL ROSTRO HUMANO DE AQUELLOS QUE FUERON INVITADOS A UNIRSE A EUGENIO EN LA REALIZACIÓN DE SU SUEÑO

No todos a los Eugenio atraía tenían los mismos sentimientos que Henri Tempier. En esta carta a su amigo, Forbin Janson, Eugenio da rienda suelta a sus sentimientos en una franca, o más bien cómica descripción de las reacciones de algunos de sus futuros compañeros.

La casa está comprada desde hace tiempo; la Iglesia alquilada y reparada en parte; todo lo material está preparado, pero los sujetos son inseguros y en pequeño número.
Aquel sobre el cual contaba más se ha dejado frenar por la cháchara de los devotos de su parroquia; se convence que hace un gran bien en su agujero; duda en abandonarlo y me aflige con su indecisión.
Otro, que es excelente por la costumbre que tiene de anunciar al pueblo la palabra de Dios, siente sólo muy superficialmente la obra, convenciéndose que hace bastante el bien trabajando solo en las correrías que hace de pueblo en pueblo.
Un tercero, demasiado ardiente, se cansa de la lentitud de los demás y me amenaza con dejarme si no toman pronto una decisión.
Un cuarto, que es un ángel, que párete creado para hacer la felicidad de una comunidad, no puede lograr salir de su vicaría, aunque proteste que no puede aguantar allí y que no quiere trabajar sino en las misiones etc.
Yo, abrumado de preocupaciones y de fatigas, hago la güera a pesar mío, manteniéndome en medio de ese barullo, gracias a los puntos de vista sobrenaturales que me animan, pero que no me impiden sentir todo el peso de mi situación, tanto más penosa cuanto que no estoy ayudado por nadie, ni por el gusto ni por el atractivo, que son en mi totalmente opuestos al género de vida que abrazo. He aquí los elementos que Dios me pone en mano para emprender una cosa tan difícil.
¿Cómo esperar que un sacerdote que os ha dado su palabra en los términos de sacrificio más absoluto, venga luego a desdecirse porque su madre que ha estado separada de él, desde hace diez años, no puede vivir sin él, que se consideraría como un homicida si no le daba el consuelo de comer con ella y otras tonterías de esa especie?
… El que debía prestarnos los mayores servicios se ha desdecido; se queda en su parroquia, cuya sensibilidad ha excitado con una despedida ridicula, que ha empujado a esa gente a oponerse a su salida.

Carta a Forbin Janson, el 19 de diciembre 1815, E.O. VI, n 8

Tempier - house

El antiguo convento carmelita                                     Henri Tempier

¿Quiénes fueron los primeros misioneros de Provenza?

Eugenio de Mazenod tenía 33 años, y era aquel cuya visión desencadenó la nueva aventura misionera.

Los tres primeros de sus compañeros habían sido seminaristas en Aix en el tiempo en el que Eugenio fue director espiritual y confesor en el seminario desde 1812 en adelante:

Auguste Icard tenía 25 años, ordenado dos años antes en la diócesis de Aix, y había sido vicario parroquial en la parroquia de Lambesc, cerca de Aix.

Henri Tempier tenía 27 años, y llevaba dos años de sacerdote, trabajando como vicario parroquial en Arles.

Sébastien Deblieu tenía 27 años y había realizado tres años de ministerio sacerdotal, trabajando como vicario en la parroquia de san Juan, fuera de las murallas de Aix, y luego durante un año como párroco de Peynier. Vino a vivir al convento Carmelita unos pocos días después que los otros.

Emmanuel Maunier tenía 46 años, y era un viudo que había sido ordenado sacerdote hacía 18 años y trabajaba en Marsella. Aunque era un miembro fundacional y firmó el documento del 25 de Enero, él sólo pudo trasladarse a la comunidad en Marzo.

Pierre Mie tenía 47 años, y era sacerdote desde hacía 18 años, trabajando en varias parroquias y también predicando retiros y misiones. Aparece que él fue parte de la vida y misión de los Misioneros desde el comienzo, pero solo fue a vivir definitivamente a Aix mucho más tarde.

Los sacerdotes más mayores, Maunier y Mie, habían experimentado ser perseguidos como sacerdotes durante la Revolución,  y habían ejercido el ministerio clandestinamente para la gente, con riesgo para ellos mismos. Sus experiencias habrían hecho muy amplio el entendimiento de san Eugenio sobre el daño causado a la Iglesia por la Revolución –como está expresado especialmente en el Prefacio.

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