DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS: NUESTRA HISTORIA COMO UNA VISIÓN DE DIOS EN ACCIÓN

Thomas Jefferson dijo que le gustaban los sueños del futuro más que la historia del pasado. Sin embargo, para Eugenio, nuestra historia y sus instrumentos humanos  ayudaron a comprender el plan de Dios para nuestro futuro. Ya hemos hablado de estos eventos históricos previamente, pero por la importancia de publicar esta carta en su versión completa, somos invitados a leer nuevamente la cronología y su interpretación:

En tales circunstancias, la Congregación de Obispos y Regulares encargada del examen del manuscrito de nuestras Reglas, tenía que ser informada de los deseos del Santo Padre. Él mismo escogió para esa tarea a algunos cardenales, cuya memoria conservaremos siempre con el más vivo agradecimiento. Dios dispuso que fueran: el Eminentísimo cardenal Pacca, prefecto particular de dicha Congregación, hombre sumamente recomendable por su celo en socorrer a la Iglesia en sus desgracias y por su inquebrantable fidelidad al Sumo Pontífice, a pesar de los ultrajes y persecuciones, y además intrépido confesor de la fe católica hasta en los hierros y en la cárcel; luego, el Eminente y piadoso cardenal Pedicini que asumió el cargo de ponente de nuestra causa y quien en el curso de la discusión de nuestras Constituciones, en forma muy diligente y ciertamente muy honrosa para nosotros, se mostró incansable en toda clase de trabajos; por último, a ellos dos se añadió el Eminentísimo Pallotta, notable por su gran talento y erudición. Estos prelados, tras haber analizado todo con la mayor atención, declararon el 15 de febrero de 1826, que se debía dirigir una súplica al Santo Padre para la expedición de la Carta Apostólica en forma de breve; Su Santidad sancionó esta decisión, aplaciendo su confirmación; aprobó nuestro Instituto y sus Constituciones y Reglas y dio la orden de despachar la Carta en forma de breve, el 17 de febrero de 1826.

Carta a todos los Oblatos, Marzo 25, 1826, EO VII núm. 232

 

“La Historia es una visión de la creación de Dios en acción.”   Arnold J. Toynbee

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