Reflexionando en la forma inesperada en la que el Papa había mostrado un interés especial por los Oblatos, la conclusión de Eugenio para todos nosotros es
Nuestros señores ¿se dan cuenta de ello, al menos? Si supieran lo que esto significa, saltarían de alegría o quedarían estupefactos de admiración.
Aquí se espera en ocasiones seis meses para una aceptación o negativa, se evalúa un signo, se intenta adivinar un pensamiento del Sumo Pontífice, es uno feliz con una ligera esperanza, por lejana que sea. Y es el mismo Sumo Pontífice quien lo ha hecho todo por nosotros. ¿Qué teníamos para esto? ¿Quién me ha dado lo que le inspirara un interés tan fuerte, tan real y tan constante en una sola audiencia? ¿Cómo no ver ahí algo sobrenatural?
Por la obra de Dios a través del Papa, los Oblatos necesitan estar aún más apegados a la Congregación, conscientes de que Dios les dio la existencia.
Entonces ¿cómo no sentirnos llenos de gratitud con Dios y mirándonos, ¿cómo no apegarnos todavía más a la Sociedad que acaba de lograr pruebas tan convincentes de la protección del Señor? Ahora pertenecemos a ella de un modo muy distinto, ya que en el orden jerárquico, mediante ella estamos unidos al Jefe supremo de la Iglesia, que es su moderador universal.
Nuestra respuesta a las acciones de Dios es la responsabilidad de tener clara nuestra identidad específica y el espíritu que nos diferencia de los sacerdotes diocesanos y otras congregaciones religiosas. A menos que tengamos clara nuestra identidad en la Iglesia, nuestro futuro está amenazado.
Ahora es cuando tenemos que adquirir ese espíritu de cuerpo que nos impulse a no dejamos superar por ningún otro cuerpo en virtud, en regularidad, etc…
Carta a Henri Tempier, Marzo 9, 1826, EO VII núm. 229
“Cuando sea evidente que las metas no podrán lograrse, no ajustes las metas, sino las acciones a realizar.” Confucio