IGNORANDO LAS PREFERENCIAS PERSONALES POR EL BIEN MAYOR

Antes de que la Regla de los Oblatos pudiera ser aprobada, debía ser estudiada por varios cardenales. Eugenio comenzó a contactar a cada uno para explicar de qué se trataba.

Mientras tanto me presento a los cardenales llamados a dar su opinión. Hay uno cuyo acceso me pareció muy difícil, 

Eugenio se refería al Cardenal Fesch, tío de Napoleón, quien había ido a Roma después de que su sobrino fuera derrocado y enviado al exilio. Eugenio siempre se había opuesto seriamente a Napoléon y sus principios, por lo que conocer a su tío no era algo que normalmente hubiera elegido hacer:

la prudencia humana tal vez recomendara alejarse de él, pero no verlo y hacer un enemigo de la causa que me ocupa, único objetivo que debo tener en cuenta, es lo mismo. Fui a verle sin mencionar lo que pienso, pues no habría apreciado mi visita. Sucedió lo previsto, fue muy atento y “de pronto” me invitó a comer. He ahí lo difícil del asunto; pero creerán que tengo cierta nobleza que me hace desafiar la opinión; creyendo cometer una cobardía al rehusarme, acepté.

Carta a Henri Tempier, Diciembre 28, 1825, EO VI núm. 214

 Eugenio era monárquico – apoyaba al heredero legal del rey de Francia, cuyo trono había usurpado Napoleón. Algunos habrían criticado a Eugenio por aceptar la invitación del Cardenal, pero bajo las circunstancias, no vio el ser educado como una traición a sus principios. Un veredicto favorable hacia la aprobación de los Oblatos era infinitamente más importante que su opinión personal del tío de Napoleón.

 

“La religión es algo excelente para mantener callada a la gente común.”    Napoleón Bonaparte

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