LA BUROCRACIA DEL VATICANO

Hice pues una buena mañana mi propósito. Era el 20, víspera de Santo Tomás, y habiendo pedido prestado el coche de Mons. el Decano, llegaré en traje de gala al Vaticano. El primero que encontré en los departamentos del Papa, fue cierto Prelado, de aquellos que se llaman aquí, “de mantellone”, es decir de grado inferior, pero que está siempre en contacto con el Papa, que le sirve como secretario particular». Ese buen hombre, un poco palurdo en su oficio, me aconsejó me marchara porque no sería posible que viese a Su Santidad aquel día; que no podía haber elegido peor día, que era el último día de audiencias del año, que los Cardenales acudirían en masa, los Ministros, y no sé cuántos más, que había que dejar mi visita para los primeros días del año. Lo calmé un poco y como arreglo me dijo que volviera el segundo día de Navidad, luego la víspera, luego al día siguiente del día que estábamos. Todo eso no me arreglaba nada. He comprendido después que creyendo que quería entrar a ver al Papa por intermedio suyo, no veía el modo de introducirme aquel día. Se equivocaba, porque no quería entrar en absoluto por la puerta de servicio.
Cuando ese querido hombre desaparecía, llega Mons. Barberini, al cual me dirigí exponiéndole mi posición y reprocharle haberme dejado en mal lugar con su olvido. Algo molesto por el suave apóstrofe cuya justicia reconocía, me rogó entrara en el salón, y en mi calidad de prelado o gentil hombre entré sin más hasta el apartamento que precedía el gabinete del Papa, donde los Cardenales, los Obispos y otros Prelados, así como Ministros esperaban su turno para ser recibidos por el Papa

Carta a Henri Tempier, Diciembre 22, 1825, EO VI núm. 213

 En su diario personal, Eugenio era más duro al juzgar a Mgr Barberini, quien había prometido y olvidado conseguirle una cita:

no obstante, el maestro de cámara no se había preocupado de hacérmelo saber según habíamos convenido con monseñor d’Isoard. Cuando vi a ese buen maestro, monseñor Barberini, no me sorprendió su despreocupación: es un hombre más nulo de lo que cabe imaginar; lo que no impide que sea un buen sacerdote. Le dije muy llanamente que, viendo que me había olvidado, como había tenido ese olvido conmigo y no pudiendo retrasar más la visita a Su Santidad sin merecer reproches, había venido sin más aviso; y le rogaba que advirtiese al Santo Padre que yo estaba en su antecámara para cuando hubieran pasado los ministros.

Diario en Roma, Diciembre 20, 1825, EO XVII

 

“La gente de Dios desea pastores, no clérigos actuando como burócratas o empleados del gobierno.”    Papa Francisco

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