EL ALIENTO RECIBIDO DE LA IGLESIA

Todos los obispos en donde trabajaban los Oblatos habían alentado y aprobado su Regla de Vida.

El papa Pío VII concedió amplias indulgencias a la Sociedad de los Misioneros, y los obispos no dejaron de alentar sus buenas obras. Para responder a los deseos y peticiones de los prelados, fue necesario extenderse pronto más allá de la Provenza y penetrar en el Delfinado y el Languedoc. Los obispos de las diócesis donde trabajan los Misioneros han aprobado todos sus Reglas, en términos muy halagüeños. Son siete. Varios han querido escribir esa aprobación de su puño y letra, para dar de algún modo más fuerza a su honorable testimonio. Todos lo han hecho en términos que expresan el interés más vivo y sincero.

 Petición para la aprobación del Papa León XII, Diciembre 8, 1825, EO XIII núm. 48

 Por tanto, dichos sacerdotes, al consagrarse a cuantas obras de celo puede inspirar la caridad sacerdotal, especialmente a la obra de las misiones que es el fin principal que los reúne, intentan someterse a una Regla y unas Constituciones aptas para procurarles los bienes que, al reunirse en sociedad, se proponen alcanzar para su propia santificación y para la salvación de las almas.

Prefacio de las CC&RR

 

“Nuestro deseo de aprobación puede sólo y realmente cumplirse, cuando Dios nos acepta y aprueba.”     Joyce Meyer

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