CORRECCIÓN FRATERNA – RECIBIR EL SERVICIO DEL MINISTERIO

Vemos antes cómo el nuevo sacerdote, Bernard Vachon, fue reprendido por su superior en Aix y estaba molesto por ello. La carta de Eugenio le sigue asegurando en forma paternal, que ningún daño personal fue intencional ni hecho.

Al primero que he reprendido en ese asunto ha sido al superior mismo que os había soltado demasiado pronto a un ministerio que no se aprende por inspiración. Debería saber que un confesor novel puede equivocarse y ser engañado. Por eso debería, después de haber dado de viva voz algunos consejos que no se encuentran en los libros, exigir que le consultaseis con frecuencia sobre los casos que encontraríais, y sobre el método que teníais que seguir.
Todos hemos pasado por ahí mi querido amigo. Parece que habéis creído saber lo suficiente para andar sin guía, por eso os habéis equivocado; eso es lo que parece positivo. Pero no es un crimen de lo que se os acusa, ¿por qué pues inquietaros? ¿Por qué quejaros? No contaba escribiros a ese propósito sino que me proponía en mi primer viaje hablar con Vd. francamente y con toda amistad, para rectificar lo que hubiese encontrado de defectuoso en vuestras ideas y aprobar lo que hubiera de bueno.

Amablemente le recuerda a Vachon que el objetivo de la corrección fraterna es siempre por el bien de la persona, la eficacia de su ministerio y la gloria de Dios:

Quede pues vuestro corazón en paz y esté bien convencido que no se tiene que notar, sea cuando se alabe, sea cuando se censure a alguien entre nosotros sino que se busca el mayor bien del sujeto, el honor del santo ministerio y la gloria de Dios.

Carta a Bernard Vachon, Febrero 28, 1825, EO VI núm.172

 

“Tal vez el Espíritu de Dios nos dice a muchos hoy en día, “Quiero servir como ministro a través de ti. Pero antes de hacerlo, debo servir como tu ministro.” No desprecies la experiencia educativa de calmar tu torrente. No te des por vencido… Deja que la paciencia realice su trabajo perfecto, que puedas madurar y crecer. Él desea hacerte justo como a Su Hijo.” Howard G. Hendricks

Esta entrada ha sido publicada en cartas y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *