¿CÓMO DE CONVENCIDO ESTÁS DE QUE DIOS ESTÁ VIVO?

Un amigo de la infancia de Eugenio, Felix d’Albertas, le expresó sus dificultades en cuanto a la calidad de su fe. Eugenio le respondió:

Mi querido Félix: Una frase de su penúltima carta me ha causado mucha pena. No puedo soportar la idea de que usted no sea perfectamente feliz y querría hacer todo lo posible por disipar sus penas y sus perplejidades.…

Eugenio le escribió para animarlo y le dio algunas directrices para tranquilizarlo:

Usted quiere sinceramente lograr su salvación;
trata de tomar rectamente los medios que le parecen más aptos para lograrla;
no cuenta con sus propias fuerzas, sino que pone su confianza en Dios
a quien ama como a un padre bondadoso;
¿cómo, después de eso, estar angustiado?
En cierto modo, es injuriar la gracia de Jesucristo que le ha prevenido tan amorosamente…
Animo, mi querido amigo; siga sirviendo a Dios con amor y agradecimiento; este camino es el más corto, va derecho a la meta.

Al conde Felix d’Albertas, el 14 de septiembre 1820, E.O. XV n. 153

Me invita a reflexionar sobre el lugar de Dios en mi vida: ¿quiero sinceramente que Dios viva en mí? ¿estoy cooperando conscientemente con Dios? ¿Confío en que la gracia de Dios me traerá serenidad y con ella lo conseguiré? En mi relación con los demás, ¿cómo de convincente soy de que Dios está vivo en mi vida?

 

“¿Cómo convences al mundo de que Dios está vivo? Por Su vitalidad en tu vida, por Su obra de crear realidad en tu experiencia.”       Howard G. Hendricks

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