Hasta ahora en nuestra exploración de la Regla de 1818 nos hemos fijado en la primera parte, que consistía en el porqué de los Misioneros. Hemos visto cómo en esta sección Eugenio explicaba con detalle su misión y ministerio. La siguiente sección, titulada “Las Obligaciones Particulares de los Misioneros” se podría resumir como una forma de abordar la cuestión de “cómo SER” con el fin “de HACER”.
En 1818 introdujeron, como entrega a la vida religiosa, la profesión de tres votos: castidad, obediencia y perseverancia. El voto de pobreza se introdujo pocos años más tarde; no obstante, Eugenio comenzó esta sección sobre los votos con una presentación del “espíritu de pobreza”.
La pobreza voluntaria es vista por todos los los instructores de órdenes religiosas como el fundamento y la base de toda perfección, como el muro de defensa inexpugnable de la religión, como la virtud que nos dispone mejor a adquirir otras y a obrar bien
Regla de 1818, Segunda Parte, Las Obligaciones Particulares de los Misioneros, Capítulo primero, § 1. Del espíritu de pobreza. Misiones, 78 (1951) p. 44
Para apreciar mejor la insistencia de Eugenio, necesitamos volver a su conversión. Experimentando de aquella manera el amor de Dios, la única respuesta que pudo dar fue su propia oblación: vivir “todo para Dios”. Para él, el espíritu de pobreza era vaciarse a sí mismo para “SER” plenamente instrumento/co-operador del Salvador. ¡No cabían medias tintas con él!
A todo aquel que estaba llamado a seguir el ideal de oblación de Eugenio se le pedía que actuase del mismo modo. Hoy se expresa este espíritu en nuestra Regla de Vida:
Como lo exige su misión, los Oblatos quieren seguir de forma radical el ejemplo de Jesús que fue casto y pobre y rescató el mundo con su obediencia. Así pues, por un don del Padre, escogen el camino de los consejos evangélicos.
CC&RR, Constitución 12
“Sólo tengo tres cosas que enseñar: simplicidad, paciencia, compasión. Estas tres son tus mayores tesoros.” Lao Tzu