El Padre Courtès no había dado la comunión a un prisionero condenado a muerte, y recibió el enfado y la condena de Eugenio por haber sido un pelele en el aspecto de una necesidad pastoral
Has cometido una enorme falta al rehusar dar la comunión a Jouve. Esa circunstancia me ha quitado toda la alegría que el relato de su hermoso fin me había procurado.
Te creía más fiel a mis doctrinas, que son las de la Iglesia. No has podido olvidar cómo actué yo cuando la ejecución de la Germaine. Muy recientemente la Quotidienne y varios otros periódicos os han informado de lo que yo había hecho en Gap. Has errado grandemente y debo decirte has pecado grandemente. No me alegues costumbres que los Soberanos Pontífices califican como bárbaras y que mandan eliminar en los lugares donde existen. Esas costumbres horribles estaban abrogadas, por otra parte, en tu distrito, sea por el precedente que yo había sentado con mi ejemplo, sea por la sanción solemne que había dado ahí el Sr. Arzobispo de Bausset que vino a confirmar y dar la comunión a todos los inculpados y a todos los condenados que se encontraban en las prisiones durante el retiro que nosotros dimos. Aunque no fuera así, tú debías cumplir tu deber, sin preocuparte por las consecuencias. El mandato divino debía pasar sobre toda consideración humana. Aunque hubieras de se inhabilitado después, tu deber, ya que estabas encargado de esa alma, era hacerle cumplir ese deber del que ningún poder podía dispensarlo. Si la autoridad superior, a la que era inútil consultar en esa circunstancia, se oponía a que las cosas se hicieran según las reglas, yo interpondría mi autoridad para prohibirte continuar un ministerio truncado, irregular, ineficaz, que comprometería tu conciencia y la mía.
Carta a Hippolyte Courtès, el 11 de octubre 1837, E.O. IX n. 648